¿Cómo “vemos” el mundo?
Nuestro mundo está lleno de colores, de brillos, de luces, de sombras, de formas, de claridad y oscuridad, de destellos, de imágenes. Pero también está lleno de susurros, de chillidos, de graves y de agudos, de cantos, de silencios, de crujidos, de melodías, de sonidos diversos. Nuestros ojos y oídos nos muestran aquello que hay a nuestro alrededor con mayor nitidez que ningún otro de nuestros sentidos. Sonidos e imágenes. Eso es lo que domina nuestro mundo. Naturalmente, disfrutamos también matices más sutiles. Hay dulces, amargos, picantes, agrios y ácidos, hay suaves, ásperos, rugosos, lisos, calientes y fríos, aromáticos, fétidos, pestilentes y gratos. Olemos, saboreamos y tocamos, aunque nuestro mundo está compuesto fundamentalmente de imágenes y sonidos.
No obstante, nuestra forma de observar y escuchar no es universal. No todos los seres distinguen su mundo como un conjunto de imágenes y sonidos, salpicados de pequeños matices olorosos, gustativos y táctiles. Cada cual, dentro del vasto conjunto de los animales, posee su propia forma de percibir aquello que les rodea. Y la diversidad de percepciones resulta casi tan amplia como la diversidad del propio conjunto de los animales. Cada cual se encuentra dotado de aquello que mejor se ajusta a su forma de vida, haciéndolo exitoso y capaz de sobrevivir a los avatares de la Naturaleza.
Ver el mundo con los ojos, como los primates
Nosotros, como primates que somos, vemos y escuchamos mucho mejor de lo que olemos, saboreamos o somos capaces de apreciar a través del tacto. Sin embargo, si tienes la suerte de compartir tu vida con un perro, te habrás percatado ya de lo diferente que es el mundo para él. Donde nosotros miramos, él huele. Lo huele todo y a todos. Huele el aire, el suelo, las paredes, los traseros de otros perros, la orina dejada por ellos en el tronco de un árbol o sobre el césped. El olfato es su sentido más aguzado. El aroma de los objetos, de las personas o de otros animales le aporta la mayor parte de la información que necesita. A sus congéneres silvestres, es decir los lobos, les permite analizar todo su entorno, localizar a sus presas, comunicarse con sus compañeros de manada, así como con otros lobos que pudiesen vagabundear por los alrededores. Una serie de excrementos estratégicamente situados por los jefes de la manada delimitarán el perímetro de los dominios del grupo y cualquier lobo que se aproxime y los huela, recibirá un claro mensaje olfativo: «este territorio está ocupado». ¡El olfato les permite “ver” el mundo!
Un manatí, por ejemplo, percibe su mundo a través del tacto. Todo su cuerpo se encuentra cubierto de unos pequeños pelitos similares a los bigotes de un gato, pero más cortitos y dispersos, a excepción del hocico donde se concentran en gran cantidad. Estos pelitos le facilitan información sobre el entorno que le rodea, la naturaleza de los objetos que toca o las corrientes de agua a través de las cuales nada. Su mundo es táctil. ¡Pueden “ver” a través del tacto!
El sistema combinado de olfato y gusto de los animales marinos
¿Qué hay de un pez o un tiburón? ¿Qué os parece? Supongo que todos habéis oído aquello de que los tiburones huelen la sangre a kilómetros de distancia, ¿verdad? En efecto, tanto ellos como los peces óseos, reciben y analizan las sustancias químicas disueltas en el agua mediante una especie de sistema combinado de olfato y gusto. Pero además de eso, poseen un órgano especial llamado línea lateral (porque recorre ambos laterales de su cuerpo desde la cabeza hasta la cola), que les permite percibir vibraciones en el agua. De este modo, cientos de miles de pequeños pececillos pueden nadar juntos, muy próximos unos a otros, sin chocar jamás. Su línea lateral les facilita información sobre los movimientos de sus compañeros de grupo de forma que todos se desplazan como si fuesen uno solo. Y por si esto no te parece suficientemente sorprendente, déjame decirte que los tiburones poseen un órgano adicional llamado ampollas de Lorenzini que percibe campos electromagnéticos, les ayudan a orientarse y les permite localizar a sus presas. Peces y tiburones, por tanto, ¡“ven” gracias a vibraciones e impulsos eléctricos!
¿Qué es la ecolocación?
Animales como los delfines, las orcas o los murciélagos utilizan un sistema más sorprendente si cabe: la ecolocación. Emiten sonidos que se transmiten a través del agua o el aire, en uno y otro caso, hasta chocar con objetos, obstáculos o presas. Dicho choque produce un eco que regresa hasta el delfín, la orca o el murciélago, aportándole una valiosa información sobre todo lo que hay a su alrededor. Así, eco tras eco, son capaces de conformar en su mente un mapa completo de su entorno a pesar de nadar a profundidades donde no existe luz o volar durante la noche más cerrada. Es literalmente un sónar natural que ¡les permite “ver” a través del sonido!
¿Por qué las serpientes sacan la lengua?
Las serpientes, por su parte, ojean el mundo de una forma bien distinta. Si un delfín utilizaba los ecos de un sonido producido por él mismo para detectar aquello que le rodea, una serpiente emplea su lengua. Al sacarla y moverla de forma incesante, capta las partículas químicas que hay en el aire, transmitiéndolas al interior de su boca y analizándolas como una especie de combinación de olores y sabores. Pero, además, las serpientes poseen un sentido muy especial que les permite percibir el calor que desprenden los objetos o los animales de sangre caliente. De esta forma detecta a sus presas, aunque se encuentren ocultas en sus madrigueras y no pueda verlas con los ojos. ¡Sí “verá” su calor!
Intensidades y agudezas
Fíjate que maravillosa variedad de formas de “ver” el mundo: imágenes, sonidos, olores, sabores, tactos, vibraciones eléctricas, campos magnéticos, sónares biológicos o nuestro propio calor. La Naturaleza nos ofrece una amplísima diversidad de sistemas, un abanico interminable de adaptaciones que hacen que los animales obtengan del entorno toda la información que necesitan para sobrevivir. Pero, además de existir diferentes sentidos y órganos asociados, existe también una gama casi interminable de intensidades con las que dichos sentidos se desarrollan. ¿Qué quiere decir esto? Que dos animales diferentes que posean como prioritario el mismo sentido no tienen por qué hacerlo en la misma medida.
Nosotros, humanos, estamos dotados de una buena vista, ¿verdad? Percibimos nuestro alrededor con un grado de detalle que podría parecernos excelente. Y en efecto es excelente para nuestra forma de vida, pero bastante precario si lo comparamos con la vista que posee, por ejemplo, un águila. Ella es capaz de ver un conejo parcialmente oculto entre la vegetación del suelo mientras vuela a más de tres kilómetros de distancia. Y, por si esto fuera poco, algunos seres pequeños y con una sofisticada visión, como ciertas aves e insectos, pueden además ver el mundo a diferente velocidad de la que nosotros percibimos, como a si todo sucediese a cámara lenta. ¡No me digáis que no es sencillamente maravilloso!
Lo mismo sucede con los sonidos. Aunque en apariencia nuestro oído es extremadamente fino, cualquier búho que se precie será capaz de percibir sonidos tan leves que pasarían desapercibidos por completo para un humano. Las frecuencias en las que nosotros escuchamos son bastante limitadas y la intensidad que somos capaces de captar también lo es. Así pues, no estamos dotados de una gran vista ni un gran oído, por no hablar del resto de nuestros sentidos, que en el conjunto de las capacidades animales resultan casi ridículos. Pero no te sientas mal, querido lector, nuestros sentidos son perfectos para nuestras necesidades. No tenemos que localizar un conejo mientras sobrevolamos el suelo a más de 3 kilómetros de altitud, ni precisamos percibir los movimientos del resto de los peces de nuestro banco para nadar de forma coordinada, ni hemos de bucear a profundidades donde la luz no alcanza para cazar nuestro alimento. Somos perfectos en nuestro entorno, al igual que ellos lo son en el suyo.
La Evolución nos ha ido modelando a cada uno de nosotros en función de las presiones ambientales a las que estábamos sometidos. Y así, cada especie, cada grupo, cada animal es capaz de percibir el mundo de una forma diferente, tan variada y precisa como su propio mundo requiera ser percibido.